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Dieta equilibrada: consejos prácticos para comer sano

Dieta equilibrada: consejos prácticos para comer sano

Nuestro cuerpo necesita de una variedad amplia de nutrientes para su óptimo funcionamiento. Y los necesita en diferentes proporciones. Una dieta equilibrada es fundamental para el crecimiento, la reproducción y la buena salud.

El problema surge cuando lo que ingresa a nuestro cuerpo no se corresponde con lo que éste requiere. Tanto el exceso de un nutriente como su falta tienen consecuencias negativas en nuestra salud.

Acá es cuando aparece la importancia de una dieta balanceada. Cada uno de estos nutrientes debe ser incorporado en su justa medida.

“Actualmente, las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal/sodio. Y, por otra parte, muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales”, describe un informe de la Organización Mundial de la Salud.

El desequilibrio moderno

Comemos cada vez más alimentos procesados. Son ricos, están por todas partes y son fáciles de consumir… ¿cómo no van a ser parte de nuestra dieta?

Sin embargo, la gran mayoría de estos productos nos aportan en exceso ciertos nutrientes y carecen, al contrario, de otros tantos.

Un desbalance que provoca, en el largo plazo y muy lentamente, un efecto perjudicial para nuestra salud.

No es de extrañarse, teniendo en cuenta esto, que hoy en día las enfermedades crónicas no transmisibles constituyan la primera causa de muerte en nuestro país y en el mundo.

La diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer de colon, por ejemplo, representan una verdadera epidemia que va en aumento debido a los modos de vida actuales que acentúan el sedentarismo y la mala alimentación.

Por este motivo, revertir esta situación es de vital importancia. Una dieta sana y equilibrada puede reducir el riesgo de contraer estas enfermedades.

En primer lugar, como la OMS recomienda, lo fundamental es limitar los alimentos hipercalóricos, las grasas, la sal y los azúcares. En reemplazo, optar por frutas, verduras y cereales integrales.

Pero profundicemos un poco más.

Los siete grupos de alimentos

A continuación describiremos los siete grupos de alimentos y sus porciones recomendadas para una dieta sana y equilibrada.

Estas proporciones deben ser tomadas como referencia. La cantidad necesaria para cada persona puede variar dependiendo de su peso, actividad física, contexto climático, etc. Para una correcta personalización, siempre consultar a su nutricionista.

Recordá realizar siempre al menos cuatro comidas al día (desayuno, almuerzo, merienda y cena) y mantenerte hidratado. Se puede utilizar como referencia, también, dos litros de agua por día.

Leche y derivados

Fuente importante de energía dietética, proteínas y grasas de alta calidad, las porciones recomendadas varían entre una y tres por día.

La leche, así como el yogur o el queso, son alimentos ricos en calcio y necesarios en todas las edades.

Es preferible elegir quesos blandos antes que los duros y aquellos que tengan menor contenido de grasas y sal.

Carnes, pescados y huevos

Estos alimentos otorgan proteínas de alto poder biológico, hierro y vitaminas del grupo B. A su vez, el pescado también aporta grasas omega 3.

Es recomendable una porción diaria de estos alimentos, al tiempo que también su diversificación. Se puede alternar diariamente entre pescado, carnes blancas, carnes rojas y huevos.

Evitar carnes procesadas como salchichas, hamburguesas y embutidos.

Legumbres y frutos secos

Poseen una función energética, gracias a su contenido en hidratos de carbono.

Las legumbres, por su parte, aportan proteínas de origen vegetal de alto contenido biológico y fibra, por lo que suponen una buena alternativa para reemplazar carnes.

En tanto, los frutos secos son ricos en ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados, y vitaminas del grupo B.

Es recomendable consumir entre dos y cuatro porciones a la semana.

Verduras y hortalizas

Este grupo aporta grandes cantidades de vitaminas, minerales y fibra, al tiempo que posee un alto porcentaje de agua y pocas calorías, dada su baja proporción en hidratos de carbono, proteínas y grasas.

Medio plato de verduras en el almuerzo y en la cena resulta una buena medida para llevar una dieta equilibrada. Evitar papas y otros tubérculos feculentos.

Frutas

Junto con las verduras, representan los grupos fundamentales para la prevención de enfermedades cardiovasculares, diabetes y cáncer de colon. La OMS recomienda un mínimo de 400 gramos diarios de frutas y verduras para suplir la carencia de micronutrientes.

En particular, dos o tres porciones de frutas frescas son las sugeridas para el consumo diario. Pueden consumirse como tentempiés.

Cereales y derivados, azúcar y dulces

Este grupo tiene una función principalmente energética, dado el alto aporte de calorías de sus carbohidratos. También aportan vitaminas del grupo B.

Limitar su consumo a porciones pequeñas o individuales en caso de optar por alimentos y bebidas azucaradas. Comer como tentempiés frutas y verduras crudas en vez de productos azucarados.

Dentro de este grupo, los cereales integrales constituyen el aporte más nutritivo para alcanzar la cantidad recomendada de hidratos de carbono (50-60% de las calorías diarias) y son una fuente importante de fibra.

El maíz, la avena, el trigo integral y el arroz integral son ejemplos de estos alimentos. Entre una y tres porciones diarias de cereales integrales es lo recomendado.

Grasas y aceites

Al igual que el grupo anterior, son fuente de energía por su gran contenido calórico. Son ricos en vitaminas liposolubles.

Dentro de este grupo evitar las grasas saturadas y las grasas trans, que aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades no transmisibles, y sustituirlas por grasas no saturadas.

Para esto, es recomendable cocinar al vapor o hervir (en vez de freír), elegir lácteos desnatados y carnes magras.

En Laboratorio Tabor solo utilizamos fuentes de organizaciones sin fines de lucro. Los artículos presentes en este blog son a modo de divulgación. Cada artículo publicado ha sido revisado por un experto.



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Cómo encontrar fuentes confiables sobre salud en internet

Cómo encontrar fuentes confiables sobre salud en internet

Gracias a internet hoy en día tenemos acceso ilimitado a todo tipo de información sobre salud. ¡Bendito seas, internet!

Pero…

Esto nos provoca indirectamente un gran problema… existe tanta pero tanta información en internet, que nos cuesta mucho trabajo diferenciar con claridad qué es verdad y qué no.

Y en el área de la salud esto es aún más crítico. Estamos hablando de TU salud.

Cualquiera puede subir información a internet. Y cualquiera puede subir información sobre medicina o nutrición sin ser un experto en esas materias.

Estamos desinformados por sobreinformación.

Lindo juego de palabras, pero… pongamos un ejemplo para entender esto.

Todos hemos leído algún artículo sobre la milagrosa dieta de tal o cual famoso o famosa. O quizás hemos visto uno que otro video con consejos “caseros” para tratar una determinada enfermedad.

Ahora… ¿está realmente comprobado que eso sea cierto? Y si es cierto, ¿qué garantías hay de que lo que le haya servido a esa persona, pueda servirte a vos?

Por este motivo, todos nuestros sentidos de alerta deben estar activados al momento de acercarnos a este tipo de información.

Cómo seleccionar fuentes confiables sobre salud

Al momento de hacer una consulta en internet sobre áreas como medicina o nutrición, tendrás que tener en cuenta las siguientes preguntas:

¿Quién está publicando esta información? ¿Dónde sale publicada?

Este es el primer aspecto a prestar atención. ¿Quién la está compartiendo? ¿Es una organización sin fines de lucro, es una empresa, es un individuo en particular?

La manera más sencilla de reconocer estas diferencias es a través de la dirección de su web (su URL):

  • nombre.com: indica las páginas web comerciales (empresas, compañías farmacéuticas, redactores independientes, etc).
  • nombre.org: indica las organizaciones sin fines de lucro y organizaciones no gubernamentales (sociedades científicas, médicas o de investigación, etc).
  • nombre.edu: identifica a las páginas con fines educativos, sea de instituciones educativas u oficinas gubernamentales relacionadas.
  • nombre.gov/.gob: utilizado por los gobiernos de naciones, ciudades o provincias (Gobierno de los Estados Unidos, Gobierno de la República Argentina).

De esta manera, ya podemos tener un primer panorama sobre lo que podemos llegar a encontrar.

Por ejemplo, si se obtienen de internet, en Laboratorio Tabor siempre utilizamos como fuentes de información sobre salud a organizaciones sin fines de lucro.

 ¿De dónde provienen los fondos que sustentan esa página web?

Saber quién patrocina el sitio web nos puede ayudar a pensar qué tanto cuidado hay que poner al momento de leer/ver esa información.

Este punto bien podría ir de la mano del anterior. Si es una página .com, sabremos que está sostenida por el mismo negocio. Pero no siempre es tan sencillo en los otros casos.  

En primer lugar, hay que reconocer si el autor comparte o no la fuente de la que extrajo su contenido.

Los números y estadísticas, ¿de qué fuente salen? ¿Son datos u opiniones?

Si un individuo o empresa da consejos o habla bien de un determinado producto o servicio sin compartir ninguna fuente científica que lo avale, es motivo para desconfiar de su veracidad.

En tal caso, bien podría suceder que la información sea falsa o, al menos, que sea una verdad a medias.

Google es una fuente muy útil de información, pero debe ponerse mucha atención sobre lo que allí puede aparecer.

¿Quién redactó el artículo o realizó el video? ¿Es un experto? ¿Está revisado por un especialista?

Hay que cerciorarse de que figure el nombre del autor en el artículo y adjunte una descripción sobre su persona. ¿Quién es? ¿Es un especialista en el tema, o no? ¿Qué autoridad tiene en el área?

Sucede, muchas veces, que el autor no es un experto en la materia. Muchas organizaciones prefieren que los contenidos estén a cargo de personas capacitadas en redacción.

Si así sucede, es necesario chequear que el artículo, al menos, esté revisado por un especialista claramente identificado.

¿Cuándo fue publicado? ¿Está actualizado?

Ya chequeamos su origen, su autor, sus fuentes. Pero… ¿está actualizado?

Puede que sea un experto en la materia quien haya creado el contenido, pero si el artículo/video tiene varios años de antigüedad, hay que revisar cuándo fue realizado.

Las investigaciones científicas son cada vez más precisas y lo que años atrás podría haber sido una verdad aparentemente irrefutable, hoy puede haber quedado obsoleta. Y como consecuencia, puede ser perjudicial.

No necesariamente lo antiguo es falso. Pero hay que tenerlo en consideración. En lo posible, habría que buscar otra fuente actual que sirva de apoyo.

 

En fin…

Internet es una herramienta muy valiosa. Ha democratizado el acceso a la información y en tan solo cuestión de segundos podemos fácilmente hacer consultas.

Sin embargo, así como no podemos negar sus beneficios, también es importante resaltar que no se puede confiar ciegamente en ella.

No existe un certificado para validar la información que existe sobre salud en internet. Cualquiera puede subir contenido. Y por eso es necesario navegar con mucha cautela. No aceptar sin cuestionamientos lo primero que aparece.

Hacerse estas preguntas puede ayudarnos a seleccionar mejor las fuentes de información.

Aun así, la web no reemplaza a tu médico. Y esto no debe olvidarse: ante cualquier consulta, tu principal fuente es tu médico. Internet puede ser un complemento. Pero no lo reemplaza.

En Laboratorio Tabor solo utilizamos fuentes de organizaciones sin fines de lucro. Los artículos presentes en este blog son a modo de divulgación. Cada artículo publicado ha sido revisado por un experto.

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